Los nombres son cosas llenas de vida y secretos.
Tienen algo que inflama nuestra curiosidad. Nosotros debemos conocerlos, porque
conociéndolos, podemos amarlos y amándolos podemos adquirir un conocimiento más
extenso de ellos.
La multitud
de nombres corresponde a una multitud de ideas que el alma humana ha sido capaz
de concebir. ¡Todas las cosas tienen un nombre!
Todos los
objetos, los países, todo lo que el hombre ha conocido o creado tienen un
nombre…
Los hombres, los objetos que forman parte de la
creación como las piedras, las plantas y los animales que el hombre ha
conocido. ¡Todos tienen un nombre!
Cuando el
hombre aprendió a navegar, cada forma de su nave y cada parte de ella, tuvo un
nombre…
Y cuando el mar borrascoso le ponía obstáculos,
también a éstos le dio nombres: ciclón, tempestad, maremoto…
Y cuando los animales salvajes lo atacaron, todos sus
movimientos y el llanto que ellos causaron y el terror que inspiraron…
¡Tuvieron un nombre!
Cuando el hombre empezó a identificar sus
sentimientos, también
a ellos les dio un nombre: amor, odio, ternura. Así
también sus gustos, deseos y todo sentimiento del alma humana… ¡Tienen un
nombre!
Y cuando el hombre pensó en el cielo, cuando amó y
cuando se sintió consolado, cada
movimiento del alma…
¡Tuvo un nombre!
Y cuando el hombre comenzó a inventar lentes que le
permitieron ver las cosas pequeñas, invisibles al ojo desnudo, los lentes y las
cosas que vio con ellos. ¡Tuvieron un nombre!
Y cada cosa que el hombre inventó y perfeccionó y cada
material que usó para ellos. ¡Tuvo un nombre!
Y si el hombre se sintió más fuerte, o más
inteligente, esa fuerza y esa inteligencia. ¡Tuvieron un nombre!
Y si el hombre haciendo cada vez más compleja su
propia vida probó con ellos nuevos sentimientos, esos sentimientos. ¡Tuvieron
un nombre!
Y mientras los hombres morían, los nombres se quedaban
y el hombre transmite esos nombres de generación en generación y éstos se acumulan
cada vez más… ¡TODO TIENE UN NOMBRE!
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